Alfabetos Mediterráneos
Cuatro mil años antes de nuestra era se desarrolló en Egipto uno de los primeros sistemas de escritura conocidos. A los jeroglíficos seguirían alfabetos simplificados y, en un orbe vecino, el fenicio que daría lugar posteriormente a los alfabetos más difundidos en el ámbito mediterráneo: el griego y el latín.
El sistema de escritura empleado en el antiguo Egipto combinó logogramas, signos consonánticos y referencias conceptuales. Los nombres propios, principalmente los de los faraones y relevantes personajes públicos se encapsulaban en torno a una línea que los encerraba. Los egipcios lo llamaron mdw ntr (medu necher), las palabras del dios y su empleo surgió en época predinástica hacia el 3300 aC, de hecho consideraban la escritura un regalo del dios Tot a la humanidad. El ejemplo más antiguo que se conocía, antes de que en unas excavaciones realizadas en Abydos en 1998 se hallara una muestra protojeroglífica, era la Paleta de Narmer, datada en el 3100 aC. Se trata de una placa de pizarra descubierta en 1898 en el templo de Horus en Hieracómpolis, antigua capital del Alto Egipto y hoy conservada en el Museo de El Cairo. La escritura jeroglífica fue empleada principalmente en textos religiosos y en la glosa de las hazañas de los faraones, una operación propagandística que, profundamente grabada en la piedra, ha llegado hasta nuestros días. Usos más rutinarios como la contabilidad o los registros de operaciones comerciales llevaron al desarrollo de las escrituras hierática y, en el siglo VII aC, la demótica, una simplificación que permitía su transcripción sobre hojas de papiro. En 1799 el descubrimiento de la llamada Piedra de Rosetta, un texto trilingüe escrito en jeroglífico, demótico y griego, permitiría a Jean François de Champollion descifrar el código de la escritura egipcia. En hierático se transcribió Nes-pa-Sefy, el conocido como Libro de los Muertos que describe al difunto el tránsito a la nueva vida. Hay copias y fragmentos en diversos museos, una de ellas descubierta en 1858 en Deir el Bahari, se halla en el Musée d’Archeologie Mediterranée, en Marsella.
Mientras los templos de Egipto se cubrían de jeroglíficos, al norte, en pleno Egeo, se estaba empleando una escritura distinta. Entre los siglos XVII al XV aC el idioma hablado en la isla de Creta durante el periodo minoico se transcribía en tablillas de barro y probablemente también en papiro, aunque tan solo se han conservado las tablillas a causa de que, en algún momento, algún incendio colaboró en su preservación, convirtiendo la arcilla en terracota. El alfabeto empleado se ha denominado Lineal A y aún no ha sido completamente descifrado. Se conocen unos setenta caracteres silábicos y un centenar de signos con significado propio, logogramas, más algunos que corresponden a cifras y que han sido desenterrados principalmente en tres lugares de Creta: Haghia Triada, Zakros y Chania, aunque también han sido halladas planchas en otros lugares de Grecia, Turquía e Israel.
La variante que se ha denominado Lineal B, aunque comparte 55 caracteres con la anterior, no corresponde a la misma lengua sino al micénico hablado en Grecia entre el 1600 y el 1000 aC. En 1894, el arqueólogo británico Arthur Evans empezó a publicar sus teorías en el Journal of Hellenic Studies con un artículo titulado Primitive Pictographs and a Prae-Phoenician Script from Crete en el que distinguía entre escritura pictográfica y un sistema lineal de escritura. Se trata del mismo Arthur Evans que adquirió una parcela de terreno al sur de Heraklion, en Creta, donde descubriría el palacio de Cnosos. Las tabletas que se descubrieron en Pilos en 1939 llevaron a que el arquitecto Michael Ventris con la colaboración del filólogo John Chadwick lo descifraran en 1952, mostrando que se trataba de una forma primitiva, prehomérica, del griego. Con la destrucción de los palacios minoicos 1200 años antes de nuestra era se perdió esta escritura.
En la misma Creta, en las excavaciones del palacio minoico de Festos, el arqueólogo italiano Luigi Pernier hallaría en julio de 1908 el misterioso disco con inscripciones en ambas caras con algunos signos parecidos a aquellos de la escritura Lineal aunque ni siquiera ha podido ser interpretado, pero si datado alrededor del 1900 aC. Actualmente se exhibe en el Museo de Heraklion.
Se conocen dos escrituras más emparentadas con el Lineal, el fenicio y el griego arcaico, son las que se emplearon en la isla de Chipre en los siglos finales del segundo milenio aC y que aun no han sido descifradas: el chipriota minoico y el chipriota silábico.
El alfabeto fenicio sería trascendental en el Mediterráneo, basado en el protosinaítico que reproduce tan solo las consonantes se desarrollaría en Canaán y en los antiguos puertos de Oriente Medio entre los siglos XIII y XII aC, la inscripción más antigua que se conoce es la del sarcófago del rey de Biblos, Ahiram. Firmada por su hijo Ittobaal, se trata de una maldición destinada a posibles profanadores advirtiéndoles que “si un rey entre reyes, un gobernador entre gobernadores o un general atacara Byblos y profanara este sarcófago, se deshoje el báculo de su poder, se derrumbe su trono y huya la calma”. El texto emplea 19 de los 22 caracteres del alfabeto fenicio. Byblos, al norte de Beirut, era el nombre que los griegos dieron a Gebal, actualmente Jubeil, que significa colina, montaña. A través de ese puerto comerciaban con el papiro procedente de Egipto. También fue en esa ciudad donde se descubrieron en 1928 diez inscripciones incisas sobre planchas de bronce con caracteres anteriores al fenicio. Forman el llamado Silabario de Biblos.
La expansión comercial que impulsó a los de Sidón y Tiro hacia occidente llevó con ellos sus caracteres escritos que se propagaron allí donde establecieron delegaciones y asentamientos donde algunos pueblos adaptaron el alfabeto a su propio idioma. Hay caracteres que han trascendido de un sistema de escritura otro y que originalmente correspondían a un significado concreto relacionado por acrofonía al propio carácter, así alp / alpa / alfa / alef / alif significan originalmente buey con un cierto componente de logograma representando la cabeza de una res; bet / beta / ba quieren decir casa y con la unión de los dos primeros caracteres se forma la palabra alfa – bet, alfabeto.
Para los antiguos griegos la aparición de la escritura está vinculada a la épica según la cual Cadmo, hermano de Europa, la princesa fenicia de Tiro, facilitó el conocimiento a cambio de información sobre el secuestro de su hermana por Zeus. Es una forma de admitir el origen fenicio del alfabeto griego. Los caracteres fenicios fueron adaptados a la lengua helena modificando algunas asignaciones para incorporar las vocales – α, ε, ι, ο, υ – (alfa, épsilon, iota, ómicron e ípsilón) y añadiendo consonantes no existentes en fenicio – φ, χ, ψ - (fi, ji, psi), aunque no se desarrolló de un modo uniforme en todo el ámbito helenístico. La variante oriental, usada en Atenas, Jonia y Asia Menor sería la preeminente y acabó escribiéndose de izquierda a derecha. Anteriormente se podía escribir alternativamente en un sentido distinto a cada línea, es la alternancia de líneas llamada bustrofedon. Un voluminoso ejemplo es el código de Gortyna, en Creta. La variante del griego que se desarrolló en occidente y en la Magna Grecia inspiró los caracteres etruscos y el alfabeto romano. Otra variante oriental formaría el copto, empleado actualmente tan solo en la liturgia cristiana en Egipto.
El etrusco empleado en el occidente de la península itálica central dispone de 26 caracteres básicos y 22 más expandidos. Inicialmente se transcribía al modo de bustrofedon hasta que, al igual que el griego, acabó transcribiéndose únicamente de izquierda a derecha. Son buenos ejemplos las láminas de oro de Pyrgi, grabadas en etrusco, fenicio y púnico; el disco de Magliano, que recuerda a aquel de Festos, o el Cipo de Perugia, una estela de piedra grabada.
Otras estelas lapidarias, cerámicas, láminas de plomo y monedas han conservado el testimonio de los alfabetos de las culturas íberas, también influidas por el fenicio y el griego arcaico. Y es que no existió un signatario único sino tres escrituras distintas, la nororiental o levantina, que fue la más empleada, escrita de izquierda a derecha, la suroriental y el alfabeto greco-ibérico; todas son semisílabicas, es decir, tienen caracteres que representan sílabas completas.
En el Museo de Prehistoria de Valencia se exhiben algunas láminas de plomo con listados de personas y de productos halladas en los yacimientos arqueológicos de Yátova y Los Villares. Otro con una relación de nombres de personajes íberos que actúan como testimonios en una transacción comercial se muestra en el Musée de Sigean, en el Rosellón, este realizado con la misma técnica está redactado, sin embargo, en griego antiguo y etrusco. Para escribir sobre el plomo se utilizaban punzones y el calentamiento del material permitía borrar las inscripciones para realizar otras nuevas. De este tipo de soportes se han hallado unos setenta y parecen, en general, documentos comerciales o cartas privadas.
Otras inscripciones aparecen en cerámicas decoradas, en ocasiones como una explicación adicional del relato expresado gráficamente o como una dedicatoria. Este tipo se encuentra en piezas edetanas de finales del siglo III a.C. O en estelas funerarias como la de Santa Perpetua de la Mogoda y en las numerosas monedas halladas pertenecientes a las cecas que muestran en sus anversos: Kelse, Bilibilis, Sekaisa, Sekobirikes, Ekualakos, Arketurki y otras.
Hoy empleado por una buena parte de las lenguas del mundo el alfabeto latino nació de las modificaciones realizadas ajustando a sus necesidades el alfabeto griego de las colonias de la Magna Grecia, probablemente a través del alfabeto etrusco, recuperando 21 de sus 26 caracteres. Por supuesto los ejemplos más antiguos que se conservan son siempre aquellos que emplearon la piedra como soporte y, en el caso del latín, la República y el Imperio romanos se encargaron de distribuir por todo el orbe mediterráneo estelas de conmemoración o lapidas funerarias, miliarios con indicaciones de distancias y localidades. Otros materiales perecederos aparecen fortuitamente conservados de algún modo impredecible. Recientemente han aparecido en Londres algunas tablillas de madera con inscripciones en minúscula con referencias a la ciudad.
En el siglo IX, para facilitar las traducciones y la lectura de las Escrituras en los territorios de lengua eslava el misionero búlgaro San Clemente de Ohrid sintetizó con caracteres provenientes de los alfabetos griego y glagolítico el alfabeto cirílico empleado en la actualidad en Rusia y países vinculados a la extinta Unión Soviética. El alfabeto glagolítico originario fue ideado por los Santos Cirilo y Metodio con aquel propósito. Glagolitsa significa, en búlgaro antiguo, los signos que hablan.
Una de las variantes del fenicio formaría el alfabeto arameo y a través de este y el nabateo se crearían los caracteres hebreos y árabes. El álef-bet, el alfabeto hebreo, formado por 22 letras, no utiliza vocales. Con el mismo origen aunque con influencias más marcadas del sistema nabateo, el alfabeto árabe surge sobre el siglo IV. La gran expansión del Islam en el siglo VII lo extenderá a lo largo de toda la orilla meridional del Mediterráneo incluyendo la península ibérica. El árabe es un alfabeto básicamente consonántico, no incluye las vocales cortas más que como signos de puntuación. La prohibición que estableció el Islam sobre la representación de seres animados convirtió la caligrafía en una alternativa artística en la decoración de palacios, mezquitas y publicaciones. Desde entonces las suras del Corán han ornado numerosos edificios públicos y privados desde Algeciras a Estambul, parafraseando la celebre canción de Juan Manuel Serrat.
© J.L.Nicolas
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