Cotentin, al Oeste de Normandía
A vista de pájaro parecería un desmesurado rompeolas, y algo de eso hay. Contiene la furia del Atlántico antes de que pretenda convertirse en las corrientes marinas que atraviesan el Canal de la Mancha. Es una prolongación del macizo armoricano y ha visto pasar desde las legiones romanas a los paracaidistas norteamericanos.
Flavio Valerio Constancio, el emperador romano padre de Constantino el Grande, le cedió el nombre, a la península y también a la ciudad de Coutances. Obviamente ambos deformados con el tiempo. La península está partida por las Marismas de Cotentin y de Bessin, que en otros tiempos convertían la zona en intransitable y transformaban la costa septentrional prácticamente en una isla.
En el sur, desde los miradores de Pointe du Roc en la haute ville, la ciudad alta de Granville, ya queda demasiado lejos la silueta del Mont Saint Michel, primera parada obligada en Normandía al entrar por el departamento de La Manche. Tampoco se aprecian demasiado bien las islas de Chausey. La muralla del siglo XV aun rodea el casco antiguo al que la Grande Porte facilita el acceso. Como en Saint-Malo, Dunkerque o Dieppe, durante el reinado de Luis XIV se concedieron patentes de corso. Aquí, entre setenta y ochenta de sus navíos fueron armados. Granville se acabó convirtiendo en villa balnearia en la que se trataba el asma y fue visitada por Stendhal, Michelet y Víctor Hugo.
Cotentin acaba al noroeste en el cabo de La Hague. Península en el extremo de una península donde asoma el Nez de Jobourg, uno de los acantilados más altos de Europa. En las cercanías hay tres grandes grutas, la grotte du Lion, la de la Petite église y la de la Grande église, en las que los contrabandistas solían esconder sus mercancías. Cerca, el faro de Goury señala las corrientes de las mareas de raz Blanchard. Una cruz recuerda a los veinticuatro marineros del submarino Vendémieire, naufragado en junio de 1912 entre el cabo y la isla de Aulderney. Su pecio reposa a cincuenta y tres metros de profundidad. Antes de llegar a Cherburgo hay varias pequeñas poblaciones con encanto: Omonville-le-petite, Omnoville-la-Rogue, Gréville-Hague en cuyos paisajes se inspiraba el pintor local Jean-François Millet: L’Église de Gréville, Le Rocher du Castel Vendon... En septiembre de 1898 se le dedicó una estatua que, a excepción del busto que hoy se conserva junto a su casa natal, se fundió para fabricar armamento durante la Segunda Guerra Mundial. Una nueva estatua fue restituida en 1998. En Naqueville hay un bonito castillo del siglo XVI con dos torres circulares cubiertas que guardan la puerta, de la misma época data la mansión de Dur-Écu. En Querqueville la capilla de Saint Germain fue de las pocas que escapó a la destrucción de las incursiones vikingas.
Sainte Mère Église es famosa por haber sido el campo de aterrizaje de quince mil paracaidistas norteamericanos la noche del 5 de junio de 1944, la víspera del desembarco. La 82ª división aerotransportada liberó la población a las cuatro y media de la madrugada. En el campanario de la iglesia Notre Dame de l’Assomption se colgó, más recientemente, un maniquí representando a John Steele, el paracaidista que pasó un par de horas intentando zafarse de su paracaídas allí mismo. Otros aterrizaron sobre las copas de los castaños y tilos que bordeaban la carretera que lleva a Carentan.
Cotentin acaba prácticamente en una playa también famosa por haber formado parte de la operación de desembarco. Los cinco quilómetros que se extienden entre Sainte Marie du Mont y Quinéville recibieron a los 32.000 hombres de la 4ª división de infantería norteamericana. Su nombre en código fue Utah Beach.
© J.L.Nicolas
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