Danau Toba
La impresión que da cruzar el umbral de la puerta del avión es la de recibir un puñetazo de un enorme guante de boxeo. Noquea. Deja los sentidos aturdidos a causa del contraste entre las horas pasadas con aire acondicionado en la cabina y una realidad que supera los cuarenta grados y el ochenta por ciento de humedad. Bajar las escalerillas no lo soluciona. Es Medan, en Sumatera Utara, el norte de la isla de Sumatra.
Medan estaba demasiado al sur de Banda Aceh para haber sentido los efectos del maremoto del día de San Esteban del 2004. Sus estragos provocaron el final de los enfrentamientos entre un debilitado GAM – Gerakan Aceh Merdeka- la guerrilla de Aceh, el antiguo sultanato y provincia rebelde que durante años estuvo reclamando su independencia, y las tropas de Yakarta. Más de doscientas mil personas murieron o desaparecieron engullidas por las aguas.
A la carrera entre el aeropuerto y la cercana estación de autobuses se puede llegar a tiempo de alcanzar el que se dirige a Prapat, junto a las orillas de Danau Toba, el lago Toba, una enorme masa de agua en el centro de Sumatra que incluso tiene una isla interior, Pulau Samosir, coronada por un altiplano que alcanza los mil seiscientos metros. Como las muñecas rusas, una isla dentro de una isla dentro de… la enorme caldera de un antiguo volcán. Junto al mercado de Prapat está el embarcadero. Desde allí sale más o menos periódicamente algún bote que atraviesa las aguas para llegar a Tuk Tuk, en Samosir. Tuk Tuk dispone de la mayor parte de alojamientos de la isla, incluso se ofrecen en alquiler las enormes casas Batak que recuerdan una nave invertida.
Samosir y las tierras que rodean el lago Toba son el hogar de varios clanes Batak: Karo, Pakpak, Simalungung, Toba, Angkola y Mandailing. Se cree que son descendientes de la población protomalaya que habitó las estribaciones del Himalaya al norte de Birmania y Tailandia. Habían sido cazadores de cabezas y consecuentemente temidos por sus vecinos y por los primeros mercaderes y evangelizadores occidentales que llegaron a sus territorios. Aun se puede ver en la aldea de Ambarita el bloque de piedra donde sus prisioneros eran decapitados y el círculo de sillas de granito donde se reunía el consejo. Ahora nadie pierde la cabeza y el lago concentra muchas de sus ocupaciones, empezando por la pesca. Como las viviendas Batak de Ambarita, las de Simanindo están decoradas con motivos geométricos y vegetales generalmente tricolores. Un grupo de casas tradicionales se ha convertido en un museo. Hay piedras para moler, canoas y objetos que fueron de uso común. Una de ellas fue morada del rajá Simalungun y sus catorce esposas. Diez cráneos de búfalos, con sus astas, ornan como si estuvieran ensartados uno sobre otro la fachada y representan a diez generaciones de la dinastía.
© J.L.Nicolas