Dos Años Nefastos
En pleno siglo XVII dos años aciagos se inscribieron en la historia de la capital británica, cebándose sin piedad con su población y sus bienes. Fueron 1665, el año de la Peste, al que siguió el del Gran Incendio, 1666.
Londres conservaba su estructura urbana medieval dentro del recinto amurallado, calles estrechas y construcciones de madera, gozando de unas condiciones de salubridad más bien escasas. Siete puertas controlaban el acceso cerrando de noche, pero también fijaban los límites de la autoridad del Lord Mayor, hasta que fueron demolidas en 1760. Estas eran Aldgate, Bishopsgate, Moorgate, Cripplegate, Aldersgate, Newgate y Ludgate. Actualmente quedan los topónimos que dejaron y también la que fue puerta del priorato de la orden del Hospital de San Juan en Jerusalén, cerca del mercado de Smithfield, además de Temple Bar, que fue la puerta ceremonial en el camino entre Westminster y la City. Esta fue retirada en 1878 e instalada de nuevo, esta vez cerca de la catedral de Saint Paul, en 2004. En la ubicación original, en Fleet Street, se erigió un memorial neo-renacentista.
Fuera de ellas, Londres continuaba expandiéndose en las liberties, asentamientos con su propia jurisdicción, como era el caso de Westminster o del recinto de la Torre de Londres y en los suburbios que acogían a la población que llegaba a la ciudad en busca de mejores condiciones de vida. En el mapa elaborado por Ralph Agas en 1663 se aprecia la catedral de Saint Paul y las agujas de numerosas iglesias que sobresalen de un denso entramado urbano del que destaca hacia la derecha el Puente de Londres completamente cubierto de construcciones, tal como el Ponte Vecchio que salva el río Arno en Florencia.
Originaria de Asia, la peste negra había llegado por primera vez a Europa en el siglo XIV causando una devastación de unas proporciones aterradoras. La epidemia diezmó por lo menos a un tercio de la población del continente. Entonces se desconocía que la enfermedad era causada por una bacteria, la yersina pestis, que no sería descubierta hasta 1894 por el científico de origen suizo Alexandre Yersin y que era propagada por las pulgas que parasitaban a las ratas. No fue hasta el año 2016 cuando análisis de ADN confirmaron definitivamente la presencia de esta bacteria en cuerpos exhumados de personas que habían fallecido durante el brote de Londres de 1665 y que fueron hallados durante las obras de construcción del Crossrail en Liverpool Street, donde antiguamente estuvo el cementerio de New Churchyard o Bethlam Burial Ground.
La presencia de la enfermedad en Europa se convirtió en endémica, aunque sin alcanzar episodios de la proporción que tuvo en el siglo XIV, el establecimiento de cuarentenas se convirtió en un protocolo frecuente, particularmente en los puertos marítimos. Otros brotes se manifestaron en Gran Bretaña, en 1563 fallecían mil personas semanalmente, en 1593 hubo 15.000 casos, en 1603 se registraron más de 33.000 muertes, en 1625 más de 41.000 y once mil en 1646. El que alcanzó Londres en aquel fatídico año de 1665 llegó casi con absoluta certeza tras los brotes que afectaron Ámsterdam y Hamburgo en 1663. El de 1625 había sido conocido como la Gran Plaga, hasta que fue ampliamente desbordado en 1665.
El invierno que convirtió 1664 en 1665 fue frío, de hecho, poco propenso a la propagación de enfermedades que no fueran la gripe o el resfriado común, hubo heladas que bloquearon en dos ocasiones el tráfico fluvial en el Támesis y, aun así, se cree que la muerte negra llegó embarcada en una carga de algodón proveniente de Ámsterdam.
Poco antes de la eclosión de la epidemia un meteorito cruzó los cielos, tal como volvería a suceder poco antes del incendio. Prontamente interpretado como un mal presagio no tardaron en aparecer visionarios aprovechados y falsos profetas, entre ellos uno que probablemente tuviera su razonamiento más próximo al meteoro que a la tierra. Su nombre era Salomón Eagle y el bendito solía pasear por las calles, a veces completamente desnudo, con un cuenco encendido sobre su cabeza.
Los primeros casos se dieron entre finales de noviembre y principios de diciembre en la parte alta de Drury Lane, al oeste de la ciudad, donde se registraron tres fallecimientos en una sola vivienda. La lista de defunciones empezó a crecer por encima de la media en las parroquias de Saint Gilles in the Fields, en Saint Andrew, en Saint Bride y en Saint James en Clerkenwell, todas ellas fuera del recinto amurallado, que se consideró a salvo hasta que, a principios de mayo, se dio el primer caso en Bearbinder Lane, perteneciente a la parroquia de Sainte Mary Woolchurch. A finales de ese mes el mal continuaba propagándose sin que pudiera ser controlado a pesar de las medidas que se iban tomando con ordenanzas que limitaban las concentraciones de gente, firmadas por el Lord Alcalde, en aquellos momentos Sir John Lawrence y los sheriffs Sir George Waterman y Sir Charles Doe, entre otras varias: “That all plays, Bear-Baitings, Games, singing of Ballads, Buckler-play, or such like Causes of Assemblies of People, be utterly prohibited (…) That all publick Feasting, and particulary by the Companies of this City, and Dinners at Taverns, Alehouses, and other Places of common Entertaiment be forborn”. “Que todo espectáculo, ya sea de representaciones teatrales, de combates de osos, de juegos, de cantos de baladas, de luchas de espada y escudo u otros semejantes que den motivo a reuniones públicas, quedan totalmente prohibidos. (…) que la embriaguez manifiesta en tabernas, cervecerías, cafés y bodegas será severamente castigada”.
Parlanchines y curanderos se aprovechaban de los incautos y confiados ciudadanos que buscaban remedios para el mal. Se anunciaban por las calles en pasquines que ofrecían minuciosos consejos que seguir en caso de contagio, píldoras antipestilenciales, incomparable poción, remedio universal… En junio las familias acomodadas y miembros de la corte abandonaron la ciudad en un éxodo que fue en aumento durante los dos meses siguientes, algo que también contribuyó a propagar el mal fuera de la ciudad. El período de máxima expansión de la plaga se registró entre mediados de agosto y mediados de octubre, en nueve semanas en las que morían una media de mil personas diariamente. La peste ya había alcanzado los barrios orientales de Wapping, Ratcliff, Limehouse, Redriff y Poplar mientras asolaba los de Saint Sepulchre, Clerkenwell, Cripplegate, Bishopsgate y Shoreditch. Defoe escribió que en ese periodo “there was scarce any passing by the Streets, but that several dead Bodies would be laying here and there upon the Ground”. (“Apenas podía pasarse por las calles sin encontrar tendidos por el suelo, aquí y allá, diversos cadáveres”.)
Se crearon nuevos cementerios en Bunhill Fields, en Goswell Street, en Moorfields, al final de Holloway Lane, en Shoreditch, en Hand Alley, Bishopsgate…
Se calcula que unas cien mil personas fueron víctimas de la plaga a lo largo de los dieciocho meses que duró el brote. Las cifras oficiales hicieron un preciso recuento de 68.596 víctimas mortales debidas a la peste, aunque muchos de los decesos disimulaban la causa para no perjudicar a las familias y en muchos casos simplemente se desconocía, así que ya por entonces se suponía que el número real de decesos debía doblar las cifras oficiales.
Cuando las muertes producidas por la plaga no eran más que una anécdota y la vida ciudadana había recobrado por completo la normalidad llegó la siguiente desgracia. Los incendios no eran un suceso extraordinario, de hecho, eran prácticamente inevitables en una ciudad con la mayor parte de sus edificios construidos con madera y, a pesar de la prohibición, con tejados de paja. Hornos, hogares y velas eran comunes. Tras dos veranos lluviosos Londres padeció una anormal sequía desde noviembre de 1665, así que se reunían múltiples factores que propiciarían el desastre.
En la madrugada del domingo 2 de septiembre se produjo un fuego en la panadería de Thomas Farriner en Pudding Lane, cerca de Eastcheap. Un fuego que, favorecido con el viento de levante, prendería con rapidez en las viviendas adyacentes. El lunes, desde su residencia en Seething Lane, cercana a la Torre de Londres, el miembro del almirantazgo Samuel Pepys, testigo del desastre escribió en su diario: “By and by Jane comes and tells me that she hears that above 300 houses have been burned down to-night by the fire we saw, and that it is now burning down all Fish-street, by London Bridge. (…) on the Bankside, over against the Three Cranes, and there staid till it was dark almost, and saw the fire grow; and, as it grew darker, appeared more and more, and in corners and upon steeples, and between churches and houses, as far as we could see up the hill of the City, in a most horrid malicious bloody flame, not like the fine flame of an ordinary fire”. (“Poco a poco Jane viene y me dice que ha oído que más de 300 casas se han quemado esta noche por el fuego que vimos, y que ahora está incendiando toda Fish Street, junto al Puente de Londres. (…) en Bankside, frente a las Tres Grullas, y allí permaneció parado hasta que casi oscureció, y vio crecer el fuego; y, a medida que oscurecía, se veía cada vez más, y en las esquinas y en los campanarios, y entre las iglesias y las casas, hasta donde podíamos ver la colina de la City, en la más horriblemente sangrienta llama, no como la fina llama de un fuego ordinario”).
La indecisión y la falta de reflejos del Lord Mayor, Sir Thomas Bloodworth, en crear cortafuegos demoliendo viviendas facilitó que las llamas se extendieran rápidamente hacia el noroeste. Mostrando poca delicadeza declaró sobre el fuego: “a woman might piss it out”. (“Una mujer lo puede apagar orinando”).
El martes, 4 de septiembre, fue el día en que la destrucción alcanzó mayores proporciones, el fuego ya se había extendido por toda la ciudad e incluso había sobrepasado las murallas occidentales y el río Fleet, aunque las murallas habían servido de contención a la altura de Noble Street. Por el camino había ardido la catedral de Saint Paul, había arrasado el Templo.
El miércoles 5, el desastre remitió, Pepys constató el daño causado: “I up to the top of Barking steeple, and there saw the saddest sight of desolation that I ever saw; everywhere great fires, oyle-cellars, and brimstone, and other things burning”. (“Subí a la cima del campanario de Barking, y allí vi la desolación más triste que jamás haya visto; en todas partes había grandes fuegos, sótanos y azufre, y otras cosas ardiendo”).
En cuatro días las llamas destruyeron 13.200 casas, 87 iglesias además de la catedral y la mayoría de los edificios públicos, entre ellos el Royal Exchange, la Custom House, el Palacio de Bridewell, Correos y tres de las siete puertas: Aldersgate, Newgate y Ludgate. Cuatro quintas partes de la ciudad quedaron arrasadas dejando a 70.000 personas sin hogar. A pesar de todo tan solo se contabilizaron seis víctimas, aunque otras estimaciones más realistas elevan las cifras a centenares, teniendo en cuenta que muchos cuerpos quedarían probablemente reducidos a cenizas.
Tras el Gran Incendio la capital británica fue reconstruida casi por completo, siguiendo básicamente el mismo esquema urbano que tenía, tan solo dos nuevas y amplias calles se trazaron cortando en diagonal la antigua trama, son Queen y King Street, descartando los planes globales que presentaron John Evelyn y Christopher Wren. Este último se encargaría de la reconstrucción de la mayoría de las iglesias, incluida la catedral. En 1667 se redactaron nuevas leyes en materia de construcción para prevenir futuros incendios obligando a que todas las paredes maestras fueran levantadas con ladrillo o piedra, también se reguló la amplitud de las calles y la altura máxima de los edificios.
Un mapa, obra de John Leake y William Leybourne, publicado en 1667, muestra el área que devastó el incendio del que, a pesar de su extensión, sobrevivieron algunos edificios notables: el Guildhall o ayuntamiento, las iglesias de All Hallows by the Tower, Saint Andrew Undershaft, Sainte Etheldreda, Saint Gilles without Cripplegate, Sainte Katharine Cree y Saint Olave. Otros edificios destacables son las tabernas de The Hoop and Grapes, The Olde Wines Shades, The Seven Stars y The Stapple Inn, un vistoso edificio de 1586 de estilo Tudor que se halla en High Holborn. También los edificios donde estuvieron la Prince Henry’s Room y The Old Curiosity Shop.
Muy cerca de Pudding Lane, donde se inició el incendio, en el lugar que previamente ocupó St Margaret Fish Street Hill, se erigió una gran columna, el Monument to the Great Fire of London, conocido simplemente como The Monument. Diseñado por Wren y Robert Hooke y concluido en 1677 alcanza 61 metros de altura, la misma distancia que lo separa del lugar donde empezó el fuego. Se puede ascender por una escalera de espiral hasta un mirador situado en la parte superior y para que quede constancia se extiende un certificado que acredita haber pisado uno tras otro los 311 escalones. Charles Dickens lo describió en su novela de 1844 Martin Chuzzlewit: “If the day were bright, you observed upon the house–tops, stretching far away, a long dark path; the shadow of the Monument; and turning round, the tall original was close beside you, with every hair erect upon his golden head, as if the doings of the city frightened him”. (“Si el día era brillante, observabas sobre los tejados de las casas, que se extendían lejos, un camino largo y oscuro; la sombra del Monumento; y volviéndose, la altura original estaba cerca de ti, con todos los cabellos erguidos sobre su dorada cabeza, como si los hechos de la ciudad lo asustaran”).
En Smithfield, en la esquina que forma Giltspur Street con Cock Lane otro monumento, este de dimensiones considerablemente más reducidas, señala el punto límite donde llegaron las llamas. Este es el Golden Boy of Pye Corner, la estatua de madera de un niño cubierto de una capa de pintura dorada. A sus pies hay una inscripción: This Boy is in Memmory Put up for the late Fire of London Occasion’d by the Sin of Gluttony. (Este niño está puesto en recuerdo por el último incendio de Londres, ocasionado por el pecado de la gula). Con el pecado de la gula se hace jocosamente referencia a que el fuego empezó en Pudding Lane y acabo en Pye Corner.
© J.L.Nicolas