Dos Pueblos Abandonados

07.12.2024 11:05

La despoblación de áreas rurales se ha debido generalmente a la búsqueda de trabajo y mejores condiciones de vida. Fue una constante tras la revolución industrial, pero en estos dos casos, Belchite y Jánovas, las razones fueron completamente distintas aunque con elementos comunes: la guerra civil y la codicia humana.

Es lunes, seis de septiembre de 1937. El comandante republicano de la 25ª División, Miguel García Vivancos, junto al comisario Antonio Ejarque, observa a través de unos prismáticos periscópicos como las tropas sublevadas abandonan sus posiciones en la sitiada Belchite. Acaban de tomar la ciudad, pero es una victoria pírrica. Conquistar una localidad de escasa importancia les ha impedido tomar Zaragoza y el frente de Aragón se ha estancado sin obtener ninguna posición ventajosa.

Un día antes Mijail Koltsov, corresponsal del rotativo soviético Pravda escribía: Ayer, a las cinco de la tarde, se rompió definitivamente la resistencia fascista. Entre los escombros de las casas suenan, cada vez menos, disparos aislados… Pasan los prisioneros: un oficial sacerdote con el revólver al cinto, un grupo de moros… Belchite ha sido tomada. Esta victoria, pequeña, pero trabajosa, ha dado ánimos a las tropas republicanas.

El desafortunado destino de Belchite se escribió el día en que un militar gallego traicionó a su gobierno levantando a parte del ejército contra la legalidad establecida por sufragio. Pero más concretamente cuando la cúpula militar de la República intentó recuperar las ciudades aragonesas en poder de los facciosos. La ofensiva desencadenada en el frente de Aragón pretendía además aliviar la presión a que estaban sometidas las provincias del norte aun leales pero aisladas tras la zona controlada por los golpistas. La resistencia de Belchite ralentizó el avance republicano y permitió el refuerzo de las tropas sublevadas. 

El martes 24 el teniente coronel Enrique San Martín y sus tropas: soldados regulares, requetés, falangistas y algunos civiles armados vieron cómo las divisiones republicanas, entre las que estaba la 11ª de Enrique Líster y las Brigadas Internacionales: la 45ª de Kléber y la 35ª rodeaban la población. Esta última estaba dirigida por un militar polaco, Karol Waclaw Świerczewski, el General Walter que el inevitable Ernest Hemingway convertiría en el General Golz en su obra For whom the bells tolls, Por quién doblan las campanas.

Entre el viernes y el sábado los republicanos consiguen entrar y, apoyados por tanques, avanzar por la calle Mayor, tomando casa por casa. En trece días Belchite quedó arrasado. Menos de un año más tarde, el 10 de marzo, las tropas nacionales volverían a tomar la población.

Miguel García Vivancos proseguiría el combate en el frente de Teruel y sería herido en un brazo el año siguiente. Acabada la guerra pasaría a Francia donde estuvo internado durante cuatro años en dos campos de concentración. Acabó viviendo en París convertido en pintor naif. Murió en Córdoba en enero de 1972, de vacaciones. Antonio Ejarque también residió en Paris como delegado del Comité Nacional de la CNT en el exterior hasta 1950, cuando murió enfermo en el Hospital de Dieu. Karol Świerczewski, el General Walter, además de quedar inmortalizado por Hemingway, siguió combatiendo como oficial soviético durante la Segunda Guerra Mundial, acabada esta fue ministro de defensa del gobierno polaco hasta que fue asesinado en una emboscada de los nacionalistas ucranianos en marzo de 1947.

Y Belchite, Belchite Viejo como ahora se llama, quedó arruinado y vacío. Tras la guerra llegaron las promesas del gobierno franquista que anunciaban una inminente reconstrucción y la llegada del regadío aportando aguas del Ebro, que discurre a treinta quilómetros. Hubo quien volvió a habitar sus viviendas, aunque fuera en condiciones precarias, de hecho, aun se construyó un nuevo edificio de dos plantas en la esquina de la calle Mayor con la plaza Nueva. Pero en lugar de las promesas llegaron prisioneros republicanos para levantar con trabajos forzados una nueva población, el nuevo Belchite que se inauguraría en 1954. Diez años más tarde se obligó el desalojo y traslado de los pocos vecinos que quedaban en el núcleo antiguo. Alguien creyó que la resistencia fascista merecía como homenaje preservar el desastroso estado de la población. De todos modos causaron aun más daños los largos años que el casco antiguo quedó expuesto al expolio de materiales, al abandono y al vandalismo.

Actualmente se ha cerrado el acceso para controlar las visitas a través del Arco de la Villa, una torre barroco mudéjar que era una de las tres entradas de la población y donde arranca la calle Mayor. Siguiendo por ella, a mano izquierda se encuentra la plaza del Convento y en ella la iglesia y el Convento de San Agustín, que perteneció a los Agustinos Ermitaños probablemente ya desde el siglo XIII. Tras las desamortizaciones del siglo XIX la iglesia permaneció abierta y aun tras la batalla de la Guerra Civil continuo oficiando hasta 1964 cuando definitivamente se trasladó al nuevo Belchite.

Retomando la calle Mayor pronto se llega a la plaza Nueva, ultimo bastión de los fascistas, entre esta y la plaza Vieja aún se alza la Torre del Reloj, que en realidad fue la Iglesia de San Juan y posteriormente el café teatro de las Pampas. De ella tan solo queda un muro y la torre que se ha restaurado y que el vandalismo ha dejado sin escalera. La calle Mayor continua hasta llegar a la plaza de la Iglesia, allí, casi juntas se hallan el convento de San Rafael y la iglesia de San Martín de Tours. Esta última fue la parroquia principal de la población, construida en la primera mitad del siglo XIV en estilo gótico mudéjar y con un campanario que recuerda un alminar musulmán. En la puerta uno de sus últimos habitantes, Natalio Baquero, escribió el día de su partida: Pueblo viejo de Belchite, ya no te rondan zagales, ya no se oirán las jotas que cantaban nuestros padres.

Jánovas era una pequeña población cercana a Boltaña, en Huesca, ribereña del rio Ara. Tuvo la desgracia de centrar los intereses de una compañía eléctrica, Iberduero, que vio la posibilidad de hacer dinero con la construcción de un embalse en la zona. El 14 de abril de 1951 se encargó del proyecto que debía inundar el pueblo y otros aledaños: Lavelilla, Lacort, Albella, Ligüerre de Ara, Javierre de Ara, Santa Olaria y Burgasé. A principios de 1960 se iniciaron las expropiaciones mientras se hacía la vida imposible a sus habitantes arrasando frutales, campos y acequias, cortando el suministro de agua y de luz. Llevando hasta extremos inimaginables la violencia contra sus habitantes se llegaron a dinamitar viviendas vacías sin preaviso ni ninguna medida de seguridad y se llegó a expulsar a patadas a los alumnos de la escuela. En 1984, ya en plena democracia, el pueblo fue completamente desalojado sin que la obra tuviera ningún atisbo de actividad. Cincuenta años después del inicio del proyecto se determinó que este era inviable económicamente y ya en 2005 fue desestimado. Tres años más tarde se comunicó a 115 de las 150 familias afectadas el inicio del proceso de reversión por el cual, abusivamente, pretendían que devolvieran el importe percibido como indemnización con su valor actualizado, sin tener en cuenta ni que se habían entregado casas en condiciones y que se devolvían ruinas ni el perjuicio ocasionado a lo largo de sesenta años. El menosprecio al que se ha sometido inútilmente a los vecinos de Jánovas por parte de las compañías eléctricas y de la administración simplemente no tiene nombre. Ahora no hay más que las calles vacías donde ha crecido la maleza y las paredes de las casas que, como sus habitantes, se resisten a abandonar.

© J.L.Nicolas

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