E la Nave Va
Son sobradamente conocidas las peculiares características de la trama urbana del casco antiguo de Venecia, las calles comunes se alternan con canales y ríos que han obligado a emplear la navegación marítima incluso para el más común de los transportes públicos, que aquí, en lugar de autobús, es llamado vaporetto.
La nave se aproxima y parece embestir el muelle flotante que hace las veces de estación, el armazón retumba con un sonido grave y contundente, pero la maniobra está perfectamente calculada y el pasaje apenas se agita, después del primer golpe llega una réplica más suave, un eco. La empleada del transporte público se apura con las amarras haciendo varios movimientos rápidos que acaban formando un nudo alrededor del noray, una operación que ha repetido en millares de ocasiones, anudándolo en la llegada y desanudándolo en la partida. Entre ambas ejecuta otra con la misma presteza, debe deslizar la barra que permite el paso de los pasajeros y advertirles de la distancia o del ligero desnivel que hay entre la cubierta de la nave y la superficie de la plataforma mientras anuncia el nombre de la parada. Todo sucede en segundos, en los que se hace el trasvase de viajeros. E la nave va.
El nombre con el que se conoce popularmente a las embarcaciones, vaporetto, proviene, lógicamente, de los primeros autobuses acuáticos que eran impulsados mediante motores de vapor. Caorlinas, sandolos, viperas, peatas, bragozzos, góndolas y otras naves a vela o impulsadas a fuerza de remos facilitaban el desplazamiento de los viajeros por los canales de la ciudad de la laguna hasta que en otoño de 1881, coincidiendo con la celebración del Congreso de Geografía, un vaporetto surco por primera vez el Gran Canal. Se llamaba Regina Margherita. Anteriormente se habían realizado conexiones con otros puntos: con el Lido y con Chioggia. La Gazzetta Ufficiale di Venezia anunciaba el 27 de mayo de 1858 que esos enlaces los proporcionaría la Regia Canoniera llamada Alnoch, la cual tenía capacidad para transportar a doscientos pasajeros. A partir de 1868 algunas empresas privadas establecen enlaces con las estaciones balnearias del Lido. Hasselquirst y Neville con los vapores San Marco y Principe Umberto; otros inician los trayectos con las islas del norte y con Pellestrina, en el sur.
© J.L.Nicolas