El Camposanto de Menfis
Menfis, la que fue una de las mayores ciudades del mundo antiguo, a orillas del Nilo, dispuso en la de poniente, la que corresponde al mundo de los muertos, de una necrópolis excepcional. Sus famosas Pirámides son la única de las maravillas de la antigüedad que aun resiste en pie.
Los griegos adaptaron el nombre de un mausoleo, el de Men Nefer Pépi, como el nombre de la ciudad entera, Menfis, y el de un templo dedicado a Ptah, Hut ka-Ptah, lo acabaron aplicando a todo el país, convirtiéndolo en Aiguptos, Aegyptus para Roma. Se cree que Menes, o Narmer como también era conocido el primer monarca legendario que unió los dos reinos, el Bajo y el Alto Egipto, fundó la ciudad en el lugar donde se encuentran el valle y el delta del Nilo y los gobernó desde allí. La ciudad que era conocida por el gran y deslumbrante muro blanco que la protegía y que le daba nombre: Inebou Hedjou, posteriormente simplificado a Ineb Hedj, la fortaleza del muro blanco. Y entre sus muros destacaba el Gran Templo de Ptah, donde Alejandro Magno se hizo coronar faraón y que Herodoto describió después de visitarlo.
Capital del Antiguo Imperio, Menfis fue una gran urbe que en algún momento llegó a acoger a medio millón de habitantes. Fenicios, griegos, judíos, armenios, libios y nubios tenían sus barrios en una ciudad enteramente cosmopolita. Incluso durante los periodos en que no fue capital de los dos reinos, eclipsada por Tebas, Heliópolis, Tanis o Sais, no dejó de ser una urbe destacable. Su decadencia no llegó hasta que la dinastía Ptolemaica desplazó sus intereses al litoral y su capital a Alejandría. La arena del desierto y el reaprovechamiento de sus piedras como cantera para construir la nueva ciudad árabe de El Cairo borró del mapa a la antigua gran capital egipcia, pero en absoluto a sus necrópolis de la ribera contraria, en particular la de Guiza y sus tres famosas pirámides de Keops, Kefren y Micerinos, aunque la más antigua esté más al sur, en la necrópolis de Saqqarah.
Cinco siglos antes de nuestra era el historiador griego Herodoto de Halicarnaso visitó la ciudad y recibió de sus sacerdotes la relación de los reyes que habían gobernado el país. Herodoto transcribió esos conocimientos en el Libro Segundo y Tercero de su Geografía y en el segundo, Euterpe, de los Nueve Libros de la Historia. Diodoro de Sicilia, un siglo antes de Cristo, añadió precisiones a las descripciones de Herodoto que aun ampliaría Estrabón en el siglo I. Dos geógrafos e historiadores árabes, Abdul Al Latif Al Baghdadi y Ahmad al Maqrizi, también se ocuparían de Menfis en la Edad Media. El primero afirmaba que las “ruinas de Menfis ocupaban medio día de camino en cualquiera que fuese la dirección tomada”. Sus escritos en árabe fueron traducidos primero al latín y finalmente, en 1800, al francés titulándolos Abdollatiphi historiæ Ægypti compendium.
Cuando Napoleón y sus tropas se pararon a contemplar la Esfinge y las Pirámides acompañados por la Comission des Sciences et des Arts de l’Armée d’Orient iniciaron un excepcional trabajo de catalogación y descripción de cuantas antigüedades descubrieron en el país, desde el delta del Nilo hasta tierras de Nubia. El enciclopédico resultado se titulo Description de l'Égypte, ou Recueil des observations et des recherches qui ont été faites en Égypte pendant l'expédition de l'Armée française y ocupó treinta y siete volúmenes en su segunda edición. No faltaron detalladas laminas que proporcionan una preciosa información del estado en que se encontraron las tumbas de los faraones y un mapa de la región, la primera en situar con precisión el emplazamiento de Menfis.
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© J.L.Nicolas