El País de la Larga Nube Blanca
Es Ao Tea Roa, o Nueva Zelanda. A vista de pájaro, o de satélite, y si está despejado, se distingue perfectamente el porqué de la toponomástica maorí de las islas. La Isla Sur es Te Waka o Aoraki, la canoa de Aoraki, que persigue a la Isla Norte, Te Ika un Maui, el gran pez de Maui. Al sur, la que hoy se llama Stewart Island es Te Punga o Te Waka Maui, es decir, el ancla de la canoa de Maui, el héroe mitológico.
Antes de que se extinguiera el gran pájaro Moa, llegaron los primeros colonizadores a las costas orientales de Ao Tea Roa en varias migraciones entre los siglos IX y XIV, provenientes, probablemente, del este de Polinesia, o quizás de las Islas Cook, o, según la mitología maorí, de la legendaria Hawaiki. Según esa misma tradición llegaron en siete grandes canoas que fundaron las siete tribus primigenias.
Hasta la llegada del inevitable hombre blanco. Del que el personaje de Jack London en los Relatos de los Mares del Sur, Charley Roberts, decía: Suéltale que hay diamantes en las ardientes murallas del infierno, y el Sr. Hombre Blanco asaltará las murallas hasta poner a trabajar al mismísimo Satán a pico y pala. Eso es lo que tiene de estúpido e inevitable.
El primer hombre blanco que vislumbró, tras un largo viaje, las costas de Nueva Zelanda fue el holandés Abel Janszoon Tasman al mando de los navíos Heemskerck y Zeehaen, el 13 de diciembre de 1642: Hacia el mediodía vimos una tierra grande, alta, a nuestro sureste, a unas quince millas de distancia, cambiamos el rumbo dirigiéndonos directamente a esa tierra, por la tarde disparamos un cañonazo e izamos bandera blanca. Llamó a esa tierra Staten Island, y a una bahía en la que murieron cuatro de sus marineros en una escaramuza con los maoríes, Bahía de los Asesinos, hoy Golden Bay. Ningún otro occidental pisaría Nueva Zelanda hasta el 6 de octubre de 1769, cuando el vigía Nicholas Young, desde el mástil del HMB Endeavour capitaneado por el célebre explorador británico James Cook, oteó la costa en Tuuranga-nui, hoy Poverty Bay, cerca de Gisborne. Cook, en ese primer viaje, trazó el mapa de la práctica totalidad de la costa neozelandesa. Dos días más tarde escribió en su diario: La costa es elevada, con acantilados abruptos, y hacia el interior de las tierras se ven montañas muy altas. La superficie del país está sembrada de colinas y parece verdeante y cubierta de bosques. Viento entre estenoreste y norte.
© J.L.Nicolas