El País del Dios de la Lluvia
Ya hacía inmemorables años que el Cuarto Sol, Nahui-Atl, había dejado paso al Quinto, Nahui-Ollin, allí donde nacen los dioses, Teotihuacán, la cultura que impregnó y se extendió por Mesoamérica durante centenares de años y que influiría ampliamente a los pueblos que la sucedieron: toltecas, mixtecas, mexicas...
Inin tonatiuh itoca naollin ye tehuantin totonatiuh / in tonnemi axcan / auh inin inezca in nican ca inic tlepanhuetz in tonatiuh / in teotexcalco in oncan in teotihuacan (Este Sol, su nombre Cuatro Movimiento, este es nuestro Sol, en el que vivimos ahora. Y aquí esta su señal, cómo cayó en el Fuego del Sol, en el fogón divino, allá en Teotihuacán) *
Y habían de pasar cuatro siglos más, tras la decadencia del imperio del Cuarto Sol, para que quilómetros más al sur, en lo que hoy son los estados mexicanos de Oaxaca, Guerrero y Puebla, en territorio mixteca, allí donde se adoraba a Dzahui, dios de la lluvia, en Tilantongo, viera la luz el hijo del gran sacerdote del Templo del Cielo, Cinco Lagarto Dzahui Ndicahndíí, Sol de Lluvia, y de su consorte Nueve Águila Flor de Cacao.
Iya Nacuaa Teyusi Ñaña, Ocho Venado Garra de Jaguar, nació en el día que su nombre indica: el día de Ocho Venado en el año Doce Caña. En nuestro calendario era el año de gracia de 1063. El extendería un nuevo imperio que ocuparía unos cuarenta mil quilómetros cuadrados en tierras mixtecas.
Ocho Venado estando fuera de la línea sucesoria al señorío de Tilantongo (Ñuut Noo) se desplazó al sur en su infancia, hasta Tututepec (Yucu Dzaa), donde recibió educación religiosa y militar. En sus rituales de iniciación aprendió a leer en los libros, a observar las estrellas y a comprender la sucesión y el significado de los días en el calendario. En nuestro 1083, llegó a controlar la Mixteca costera y sus recursos económicos y estableció alianzas comerciales y militares con los toltecas, aquellos de los ojos quemados, de “Lugar de Cañas”, particularmente con el señor Cuatro Jaguar, quien, tal cómo narran los códices, se perpetua en testigo del ritual de la perforación del cartílago de la nariz, en el que se injertaba una joya de turquesa, lo cual aconteció el día 13 lagarto del año 7 casa. Este hecho le confirió el titulo de “Tecuhtli”, dignatario y señor, vinculándolo a la casa real tolteco-chichimeca. Esta relación legitimó su aspiración al trono de Tilantongo tras la muerte de Dos Lluvia, su último gobernante. Diplomáticamente, Ocho Venado, eliminó a los descendientes de Dos Lluvia para evitar ulteriores reclamaciones al trono de Tilantongo. El día 12 Mono de 11 Casa, Ocho Venado derrotó a “Lugar de Bulto de Xipe”, con lo que llegó a controlar alrededor de una centena de señoríos mixtecas. Probablemente algunas de sus relaciones diplomáticas no funcionaron cómo debía de menester, ya que una rebelión acaecida en el año 1115 y encabezada por Cuatro Viento, hermano de la primera esposa de Ocho Venado concluyó con la muerte en sacrificio del poderoso, hasta el momento, jefe mixteca, habiendo alcanzado los 52 años de edad. Ocho Venado Garra de Jaguar fue enterrado en una gruta en Chalcatongo, donde estaba Ñuu Ndaya, el Pueblo de la Muerte.
Su historia fue narrada detalladamente en cuatro de los pocos códices precolombinos que llegaron a sobrevivir al empeño destructor e incendiario del clero español, el cual veía en los multicolores diseños dioses paganos merecedores del fuego purificador.
En esos mismos códices, concretamente en el de la Tira de la Migración, también se cuenta la epopeya de la tierra mítica de Aztlán y el éxodo de sus siete tribus hasta llegar a establecerse en el lago Texcoco y fundar Technochitlán, la que sería capital Azteca hasta el 13 de agosto de 1521, fecha de la conquista española de la ciudad. Previamente Technotchitlán ya había ocupado los antiguos territorios de Ocho Venado, a excepción del señorío de Tututepec.
Diez años antes del desembarco español Moctehuzuma y los habitantes de Technotchitlán se maravillarían por los extraños incidentes que profetizaron la llegada de estos a Veracruz. Presagios funestos recogidos por Fray Bernardino de Sahagún y relatados en su “Historia General de las Cosas de Nueva España”. Llamas de fuego en el firmamento, incendios repentinos y fugaces, aguas hirvientes y extrañas pescas en el lago Texcoco, personas monstruosas...
En tiempos del dominio español, un descendiente de Ocho Venado Garra de Jaguar llamado Siete Mono, se cristianizó adoptando el nombre del fundador de la Orden de los Dominicos: Domingo de Guzmán. Siete Mono contribuyó a la preservación del legado precolombino transmitido en los códices a pesar de que llegó a ser acusado, en 1544, de idólatra.
Hoy, atravesando el Paseo de la Reforma en automóvil, es imposible tener la sensación de estar rodando sobre los canales de la antigua ciudad azteca. Sensación que, quizás y con un poco de imaginación, es posible mitigar en la plaza de Tlatecoco o de las Tres Culturas, o a pocos quilómetros, siguiendo la ruta México-Pirámides hacia Teotihuacán-Arista o San Martín de las Pirámides hasta llegar a Teotihuacán, allí donde nació el Quinto Sol, aquel destinado a desaparecer con la llegada de los monstruos del oeste que exterminarían su raza. Erraron en el punto cardinal.
© J.L.Nicolas
*Texto del Códice Chimalpoteca citado por Walter Lehman, traducido por Miquel León Portilla en “Ritos, Sacerdotes y atavíos de los Dioses”, 1958, México.