Ένα μηδέν ένα (101)
Una antología de poesía griega contemporánea, el número de la habitación de un hotel y otras coincidencias diversas conforman una especie de casuística, una dosis de serendipity helena.
Ένα μηδέν ένα, ena miden ena, 101, es una recopilación de poemas de ciento uno autores griegos, una selección y traducción del escritor y traductor Yannis Goumas publicada en Atenas en el año 2013. Goumas ha traducido la obra de 226 poetas griegos y chipriotas, entre los que ha escogido a ciento uno para este libro. La antología incluye a dos nombres consagrados de la literatura helena, C.P. Cavafy y Yorgos Seferis, sin embargo, obvia a otros dos como Odysséas Elýtis o Yannis Ritsos, ampliamente traducidos, particularmente Elýtis, reconocido con el Premio Nobel de Literatura del año 1979. Los restantes noventa y nueve poetas son autores contemporáneos ordenados cronológicamente, el primero entre ellos es Ioánnis Polémis (1862-1924). Entre los más recientes hay cinco autores nacidos en la década de 1980, y escasamente divulgados fuera de su ámbito literario, el más joven es Anéstis Melidónis, quien llegó a este mundo en 1986.
Ya hace algunos años pasamos algunas noches en el hotel Phaedra, convenientemente situado en una esquina de la calle Lisikratous con la plaza donde se halla la pequeña iglesia ortodoxa de Aghia Aikaterini. Es un pequeño edificio de tres plantas en el que casi todas las habitaciones, si bien la mayoría no disponen de baño propio, tienen una pequeña terraza que da sobre la plaza. Es un alojamiento más bien modesto, a pesar de los precios que, en Atenas, tienden siempre al alza, pero es cómodo, limpio y está maravillosamente situado en el corazón del barrio de Plaka y, casi, casi, al pie de la Acrópolis. El nombre remite al mito de la hija del rey Minos y Pasífae, Φαίδρα, Fedra, quien, raptada por Teseo tras abandonar a su hermana Ariadna en la isla de Naxos, se enamora de su hijastro Hipólito, hijo de Teseo y Antíope. El desenlace ya se intuía que no sería bueno. Pero volviendo al Phaedra, al hotel, la primera vez que pernoctamos allí nos dieron la habitación 101, con el cuarto de baño que los ingleses tienen a bien llamar in suite, con el baño dentro. Παρακαλώ, κλειδί δωματίου ένα μηδέν ένα (Por favor, la llave de la habitación 101). Con esa simple fórmula, que todavía no he alcanzado a memorizar, nos facilitaban la llave de la habitación. Hemos vuelto en varias ocasiones, la última este mismo año (2019). De nuevo a la ένα μηδέν ένα, la uno, cero, uno. Desde su terraza, provista de una mesita y dos sillas, se observa toda la plaza, básicamente ocupada por un jardín con dos palmeras, una encina y algún otro árbol que no sé identificar. También hay arbustos altos, entre ellos varios jazmines de olor que en el mes de septiembre todavía están cargados de sus fragantes flores blancas. Otra buena parte de la plaza la ocupa la iglesia ortodoxa de Aghia Aikaterini que en los atardeceres de finales de verano siempre tiene alguna boda que celebrar. Los invitados bajan casi apresurados la rampa que lleva al nártex cubierto. La iglesia es un bello ejemplo de arquitectura religiosa bizantina y, con modificaciones y reparaciones, está allí desde mediados del siglo XI. Tiene una atractiva cúpula octogonal sostenida sobre cuatro tejadillos de dos aguas superados en altura por los dos cedros que flanquean el templo.
En el otro extremo están los restos de alguna construcción de época clásica, quedan dos columnas que soportan un tramo de arquitrabe y los soportes de varios fustes. Un gato corre asustado entre ellos y se dirige hacia la verja de hierro que rodea el jardín, allí donde está asegurada una bicicleta y donde paran los taxis en espera de algún cliente que llevar a destino. Uno de ellos tiene esta matrícula: TAA 0101. Alguien se asoma desde la ventana de un ático, tras la de otro piso se atisba un mobiliario ajado, de los años setenta, una vitrina almacena libros y vetustos adornos. Estoy seguro de que, si las contara, 101 sería el número de ventanas que asoman a la plaza, o el número de plantas que crecen en ella, o el número de los cirios que aún se sostienen prendidos en el interior de la iglesia, o el de la gente que ha transitado la plaza durante los últimos quince minutos…
Ένα μηδέν ένα, ena miden ena, 101. La similitud gráfica me hizo pensar en una amiga, Eva, y, por alguna casual asociación de ideas me hizo relacionar el número uno con otra Eva, la primera mujer, la esposa de Adán (que por otra parte es el hotel vecino) si no fuera porque antes estuvo Lilith, la rebelde.
© J.L.Nicolas