Frisco
El gran Enrico Caruso actuó aquella noche. Cantó Don José en la representación de la Carmen de Bizet en la Grand Opera House de San Francisco. No quiero establecer relaciones equívocas, pero unas seis horas más tarde, en la madrugada del 18 de abril de 1906, la ciudad se vino abajo. Literalmente. El centro cedió y se hundió más de un metro. Durante cuarenta segundos la falla de San Andreas se desplazó en toda su longitud.
Pero lo peor no fue la destrucción provocada por el seísmo, sino los incendios posteriores. El ochenta por ciento de la ciudad quedó arrasada. La cifra oficial de víctimas que se dio entonces declaró 478 muertes, aunque, en realidad, el balance fue seis veces superior.
El San Francisco Daily News fue el único diario que se imprimió ese día, con considerables limitaciones, por supuesto. Hundreds Dead fue el titular a tres columnas. Proseguía: Muertos identificados en el Pabellón Mecánico: Max Fenner, policía, muerto en el derrumbe del Hotel Essex. La sobrina del detective Dillon, fallecida en la calle 6ª en el cruce con Shipley. John Whaley e hijo, muertos al caer su casa en la calle Steines con la avenida Germania...
El escritor Jack London, ya reconocido por aquel entonces, fue enviado especial para la publicación Collier’s. London publicó La historia de un testimonio el 5 de mayo, en la que redactó: Nunca en la historia una moderna ciudad imperial ha sido tan completamente destruida. San Francisco se ha ido. No quedan más que los recuerdos.
Décadas después, en los años sesenta, se construyó en Brooklyn, Nueva York, un parque temático, Freedomland, en el que en una de sus atracciones se podía revivir la trágica madrugada. Creo que existía algo similar, aunque más moderno y de dimensiones más reducidas, en la propia San Francisco, en el muelle 39, junto a Fisherman’s Wharf. Una atracción de feria.
© J.L.Nicolas