Il Santo
Deslicé suavemente la palma de la mano sobre la superficie de pórfido verde, tal cómo veía hacerlo al resto de peregrinos una vez habían esperado pacientemente en la cola que llevaba hasta el Arca. No sentí ni frío ni calor ni ningún sentimiento extraño más que el propio tacto del mármol. Continué el recorrido siguiendo por la capilla de la Virgen Mora hacia la capilla circular de las Reliquias, tras el Altar Mayor. Subí lentamente los peldaños hasta vislumbrar los relicarios dorados que contienen los restos del Santo: su lengua incorrupta, el mentón y los cartílagos de la laringe.
El Santo, en Padua, no precisa nombre. La plaza frente a la Basílica, presidida por la estatua de bronce del mercenario veneciano Gattamelata, obra de Donatello, es simplemente la Piazza dil Santo, la propia Basílica es, sencillamente, Il Santo. Todo el mundo sabe que es San Antonio, San Antonio de Padua. Aunque no se llamara Antonio ni fuera originario de Padua. A Fernando Martim de Bulhões e Taveira Azevedo le conocerían en Portugal cómo Santo António de Lisboa ya que es allí donde nació un 15 de agosto de 1195. Monje agustiniano en Coimbra y posteriormente fraile franciscano, predicador en el norte de Italia y en el sur de Francia contra le herejía de los albigenses, fue llamado malleus hereticorum, o martillo de herejes. En 1121 estuvo en el Capitulo General de la ciudad de Asís donde conoció a San Francisco.
Fuera del templo, en la plaza, los tenderetes se dedican a un turismo específico. Cirios a un euro, a dos, a dos y medio, hasta a veinte euros, postales, libros, agujas, collares, rosarios, efigies y figuras del Santo y de la Virgen....
Hay más cosas que ver en Padua, sus plazas renacentistas de la Signoria o de l'Erbe, la capilla de los Scrovegni con los famosos frescos de Giotto, el Palazzo della Regione o el Caffè Pedrocchi... pero parece que sólo hay ojos para el Santo.
© J.L.Nicolas
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