Jerash
Adriano quiso conocer por si mismo los territorios que gobernaba. En el año 129 visitó una ciudad arrinconada en una esquina de su imperio, en una provincia extrema que se llamó Arabia. En una de sus ciudades, Gerasa, se le dedicó un arco triunfal para conmemorar su visita.
Gerasa, la actual Jerash hoy en Jordania, era en aquellos momentos una próspera ciudad en expansión. Pocos años antes se habían concluido las nuevas vías que aceleraban las comunicaciones con el resto del Imperio. Carreteras pavimentadas y niveladas que reducían considerablemente las distancias y favorecían el comercio.
Antes de la conquista romana, en el 63 AC, Gerasa era ya una urbe helenizada que había sido conocida con el nombre de Antioquía de Crysorroas, la del río dorado. Había formado parte de la Decápolis, la liga de ciudades griegas y macedonias fundada por el rey seleúcida Antíoco III el Grande, entre las que formaban parte Damasco y Filadelfia, hoy Amman. Aunque también se han encontrado inscripciones que atribuyen su fundación a Alejandro Magno o a Pérdicas de Orestia, quien asentaría aquí a veteranos de su ejército y de ahí derivaría el gentilicio Gerasmenos, en griego significa persona mayor. Se cree que eso sucedió en la primavera de 331 antes de nuestra era, cuando Alejandro dejó Egipto, para, atravesando Siria, dirigirse a Mesopotamia.
Sin embargo Roma decidió construir una nueva ciudad planificada según el canon al uso, es decir una gran arteria, el Cardo, cruzada por otra transversalmente, el Decumanus, en una estructura reticular de cuadricula. Y alrededor la muralla que debía protegerla.
Junto al flamante arco de Adriano había un alargado hipódromo de 245 metros, en la forma de los circos clásicos donde compitieron caballos con o sin carro y atletas. Hasta quince mil personas se acomodaban en sus gradas. Al llegar a la muralla, la puerta meridional daba acceso a un monumental óvalo de noventa por ochenta metros rodeado de columnas jónicas.
A la izquierda, sobre una loma, se levanta el templo de Zeus, construido sobre los restos de otros anteriores. A su lado, el teatro del sur posee una excelente acústica que lo mantiene anualmente en activo cuando se celebra el Festival de la Cultura y de las Artes de Jerash. Cuando fue construido, en tiempos del emperador Domiciano, sobre el año 90, podía acomodar a algo más de tres mil espectadores.
De la plaza oval despega el Cardo Maximus, la arteria que aun conserva el pavimento de entonces. Son visibles las marcas que dejaron con el uso los carros que por aquí transitaron. También se sostienen en pie las innumerables columnas que flanquean la calle. Algunas de estas de estilo jónico fueron sustituidas en el siglo II por otras más sofisticadas de orden corintio.
© J.L.Nicolas
Leer más en edición impresa o Ebook