La Embajada del Cielo
Es un Estado dentro de otro Estado que tan solo ocupa una pequeña parte de una ciudad, apenas medio quilómetro cuadrado. El Vaticano es como una embajada en la Tierra del Reino de los Cielos. Ninguna otra religión aspira a tener semejante legación terrenal.
Un Estado de tales dimensiones ha de generar forzosamente datos curiosos. Es el único país que tiene como lengua oficial una lengua muerta: el latín, aunque, por cuestiones prácticas y de proximidad es cooficial el italiano. Unas seiscientas personas disfrutan de la nacionalidad, entre doscientas y trescientas son residentes y unas cuatro mil quinientas son empleados que entran y salen a diario. La Guardia Suiza no cuenta, son suizos. La excepcionalidad de la nacionalidad vaticana es que esta no se adquiere por nacimiento, nadie da a luz en la Santa Sede, sino que se adquiere por concesión y se mantiene mientras dure la residencia entre sus muros. A pesar de esa limitada población tiene sus propios medios de comunicación, que, obviamente tratan de influir más allá de sus fronteras. Son Radio Vaticano, dirigida por la Compañía de Jesús, el Centro Televisivo Vaticano y el diario impreso L’Osservatore Romano.
Sus finanzas provienen de las aportaciones de católicos de todo el mundo y de las gestiones financieras del Instituto para Obras de Religión, su banco. Su moneda, el euro, se acuña en el estado vecino y, como los sellos, está ostensiblemente orientada al mercado del coleccionismo. Una fuente de ingresos alternativa es el turismo, en forma de recuerdos, libros y las visitas a los Museos Vaticanos.
La firma de los acuerdos de Letrán en 1929 marcó la configuración del Vaticano actual, en sus límites y en su relación con Italia y el mundo. Hasta entonces los Estados Pontificios habían combatido, en sus inicios tras la caída del Imperio Romano, contra Longobardos al norte y Normandos al sur. Luego debería medrar entre las intrigas de los cambiantes reinos italianos y las repúblicas marítimas y posteriormente tuvo su némesis en el Imperio Otomano. En 1870 fueron incorporados al entonces recientemente creado Reino de Italia.
La extensa colección de obras de arte acumuladas por la iglesia se ha ido recogiendo en diversos museos, en una pinacoteca y en una de las mayores bibliotecas del mundo, también permiten el acceso a la famosa capilla Sixtina, donde se realizan los conclaves para la elección de los Papas y recargadamente decorada por Miguel Ángel. La escena de la Creación de Adán es celebérrima, no mucho menos lo son los frescos del Juicio Final. Después de haber tocado el cielo, la salida de los museos se hace descendiendo por una espectacular y amplia escalera en espiral, obra de Giuseppe Momo.
© J.L.Nicolas
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