La Puerta de los Dioses
Cuando Anum, el Altísimo, Rey de los Anunnakus y el divino Enil, señor de los cielos y tierra, otorgaron al divino Marduk, primogénito del dios Ea y lo magnificaron entre los Igigus; cuando impusieron a Babilonia su sublime nombre y la hicieron la más poderosa de los Cuatro Cuadrantes; cuando aseguraron también a mí, Hammurabi, príncipe devoto y respetuoso de los dioses, para que yo mostrase la Equidad al País, para que yo, como el divino Shamash apareciera sobre los Cabezas Negras e iluminara la tierra.
Son las primeras líneas de la estela cuneiforme conocida como el Código de Hammurabi, sexto rey de la dinastía amorrea quien vivió y reinó en Babilonia entre 1728 y 1686 AC y se proclamó rey de Sumeria, Acadia y las Cuatro Regiones. Bajo su reinado convirtió a la pequeña ciudad-estado en un imperio que dominó Mesopotamia entre el Kurdistán y el Golfo Pérsico, entre las tierras de Mari hasta Susa, en el actual Irán, superando a la capital asiria Nínive.
Babilonia era llamada en tiempos de los sumerios Ka-dingirra, la Puerta de los Dioses, fundada según la Biblia por Nemrod, hijo de Cush, nieto de Cam y bisnieto de Noé. Cada una de las puertas de la ciudad recibía el nombre de un dios: Shamash, Ishtar, Marduk, Adad, Enlil, Zababa, Uresh. En tiempos de Nabucodonosor, durante el segundo reino caldeo, se construyó la famosa puerta de Ishtar, por la que se accedía al templo de Marduk. Más que una puerta se trataba de un recinto fortificado que controlaba el acceso a la zona norte de la ciudad, que, también en ese periodo albergó a una de la Maravillas de la Antigüedad: los Jardines Colgantes mandados construir para Amytis, esposa del monarca.
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© J.L.Nicolas