Las Iglesias de Àneu
Paralelo a los valles de Andorra, Arán o al del Bohí, con sus célebres iglesias románicas, el valle de Àneu, con sus recónditas variantes, también esconde sus tesoros arquitectónicos del cambio de milenio, aunque no sean tan espectaculares o famosos como sus vecinos.
En la época en que se diseminaron los templos románicos, tras el dominio carolingio de los valles, el control lo ejercieron los condes de los territorios incipientemente independientes, aquí por los de Pallars desde el castillo de València d’Àneu, el pagus anabiensis, y por los monjes que irradiaban su influencia desde el monasterio de Gerri de la Sal, donde trabajaron las conocidas salinas de montaña.
Iniciando el recorrido en su punto más septentrional, Alós d’Isil, se encuentra, en el mismo núcleo de la localidad, la iglesia de Sant Lliser, a pesar de que su apariencia ya pertenece al barroco, aunque sea un sencillo barroco de montaña, conserva elementos románicos importantes, apreciables en su portada, a la que se llega con una pequeña escalinata monumental de cinco escalones. Tres columnas a cada lado sostienen las respectivas arquivoltas con sus capiteles esculpidos y cubiertas por un guardapolvos ajedrezado. Los capiteles muestran rostros humanos y figuras de animales. Hay una particularmente curiosa, en la que dos manos abren desmesuradamente la boca de la faz. En las esquinas superiores del portal dos piezas encajadas muestran, cada una de ellas, sendas parejas humanas asidas de los brazos, además de pequeños rosetones y motivos estrellados. En el interior se conserva una pila con la figura de un león.
Al sur, junto al Noguera Pallaresa, parece que la corriente del río quiera llevarse aguas abajo los ábsides de la iglesia de Sant Joan d’Isil. Un magnífico templo con planta de tres naves, de arco de cañón la central y de un cuarto las laterales, con los correspondientes ábsides con decoración lombarda, aquellos que se muestran al río y que para observarlos hay que dar un rodeo considerable tras atravesar la corriente. La portalada, encarada hacia el sur, tiene una entrada con tres arquivoltas soportadas sobre sendas columnas y los correspondientes capiteles con rostros humanos, sobre ellas hay un guardapolvo ajedrezado mientras la segunda arquivolta está decorada con pequeños bloques semicilíndricos y diversos ornamentos florales. En la misma fachada se abren un par de ventanas de arco apuntado, una de ellas geminada, que son añadidos posteriores, probablemente del siglo XIV.
Siguiendo una ruta de curvas que ascienden interminablemente se llega a Sorpe, donde la iglesia de Sant Pere tiene la planta, de tres naves originalmente, ligeramente desviada hacia la derecha, las naves laterales fueron transformadas en capillas en las reformas que se acometieron en los siglos XVII y XVIII, en las que se añadió el campanario. De los tres ábsides solamente se ha conservado el izquierdo, convertido en un baptisterio. El interior estuvo decorado con pinturas murales de las que se conservan replicas in situ y los originales en Barcelona y en la Seo d’Urgell. En las afueras de Isavarre, Sant Llorenç muestra un campanario de planta cuadrada coronado por una espira de losas, la puerta lateral en la fachada meridional es muy similar a aquella de Alós d’Isil, lo que sugiere la participación del mismo taller; esta tiene tres arquivoltas incrustadas en gradación hacia el interior del templo, proporcionándole de este modo una ligera protección. Las arquivoltas están decoradas con rosetas y pequeños cilindros semicirculares. Los capiteles están tallados con figuras de rostros humanos y los canecillos de las cornisas del ábside con caras de animales. Los restos de pinturas murales de conservan en Barcelona, Urgel y en el Museum of Arts of Toledo, en Ohio, Estados Unidos. En el cementerio situado junto al templo se inhumaron en el año 2020, los restos de algunas víctimas asesinadas durante la Guerra Civil.
Hacia poniente del valle, encaramado en la ladera de la riera del Tinter, la localidad de Son acoge al extraordinario conjunto de Sant Joan i Sant Pastor. La iglesia está protegida por un muro donde también se encuentra el campanario y la torre del comunidor. La iglesia, documentada ya en el año 1076, dispone de una sola nave a la que se añadieron capillas laterales y una sacristía; el ábside y el campanario conservan la factura de época románica con arcuaciones ciegas y lesenas; el campanario, además, está en la línea de aquellos del valle de Bohí, con una estructura creciente de abertura de ventanas en cada piso, separados estos por arcos lombardos. El comunidor, o esconjuradero, es una torre exenta que se empleaba para conjurar el mal tiempo. En el interior destacan las tres pilas, una bautismal y las otras para el aceite; el retablo gótico, del siglo XV, se atribuye a los pintores Pere Espallargues y al llamado Maestro de Son.
En el centro del valle, allí, entre donde están València y Esterri d’Àneu, de hecho entre ambas, se eleva el castillo de Àneu, que fue residencia de los condes de Pallars. La fortaleza dominaba no solamente el valle, sino también la vía de paso hacia el valle de Arán. La fortificación tuvo dos perímetros amurallados, el que protegía el propio castillo, dotado de un foso, y el que abarcaba la población, del que aún queda algún tramo de muralla. Entre los siglos XI y XII está documentada la existencia de un asentamiento llamado Mercat, el cual, con la construcción de la fortaleza, se incorporó a la protección de sus murallas; posteriormente, la población se desplazó a la zona que rodea la iglesia de Sant Andreu, en València d’Àneu. Esta, aunque actualmente predomina la factura barroca, conserva los ábsides originales románicos y pinturas murales, las cuales se exponen, junto a un Cristo del siglo XII, en el Museo Marés de Barcelona.
Entre Esterri y la Guingueta d’Àneu, en medio de la planicie que permite el valle y próxima al Noguera Pallaresa, se encuentra el magnífico templo de Santa Maria d’Àneu. Documentado por primera vez en 1088, se cree que formaba parte de un complejo monástico. Las dimensiones de la iglesia son considerables para el medio rural en el que se encuentra; actualmente hay una única y amplia nave cubierta con envigado de madera y con capillas laterales, aunque probablemente hubo tres naves con los correspondientes ábsides. Los frescos románicos, relacionados con el círculo de Pedret, son una réplica de los originales que conserva y expone el MNAC, en los que se representan imágenes proféticas del Antiguo Testamento como los serafines de la visión de Isaías, las cuatro ruedas de fuego de la visión de Ezequiel y otras imágenes que corresponden al Nuevo Testamento, como la Adoración de los Magos. A muy poca distancia se encuentra la iglesia de Sant Martí, situada en las afueras de la población de Escalarre, lugar del que hay noticias en el año 981 cuando el conde Ramon de Pallars la reintegró al monasterio de Gerri de la Sal; en una placa, moderna, que hay en la fachada, se menciona el año 1213, aunque muy probablemente sea anterior. Exteriormente tiene una estructura muy equilibrada, con la sucesión de las alturas de la nave, el presbiterio y el ábside. Internamente tiene dos naves de dimensiones desiguales, la meridional es más ancha. La puerta de entrada tiene dos arcadas en gradación y una tercera que actúa como guardapolvo, ésta decorada con rosetas, figuras de cabeza y elementos semicilíndricos.
San Pere del Burgal, a poco más de un quilómetro a pie del pueblo de Escaló, es, por así decirlo, la joya de la corona del valle por lo que respecta a las pinturas murales, pertenecientes al Círculo de Pedret, que decoran el ábside central. Entre las figuras representadas aparece la de Llúcia de la Marca, condesa de Pallars, quien gobernó entre los años 1081 y 1090 y que aparece con un cirio en la mano, atributo de los difuntos, lo que hace pensar que las pinturas se realizaron tras su muerte. Como en otros casos los murales son réplicas de los conservados en el MNAC. El monasterio benedictino es citado en el año 859 en un documento del conde Ramón de Tolosa mientras la iglesia debió de ser construida en el siglo XI. De esta solo quedan las ruinas y la cabecera restaurada y cubierta en el año 1999 y con la copia de los murales, la última actuación para conservarla es de 2013. La estructura de la iglesia es singular por presentar dos cabeceras opuestas, en la principal tenía los tres ábsides que correspondían a las tres naves y, en el otro extremo, un solo ábside, pero de dos pisos, del que se ha restaurado una parte. Esta característica está vinculada a la arquitectura carolingia y en el románico catalán solo existe otro ejemplo en la iglesia de Santa Maria de Arles, en el Vallespir. El monasterio perdió la protección condal en 1488 con los últimos condes del Pallars, Hug Roger III y Caterina Albert, aun así mantendría la actividad durante tres siglos más. En 1787 ya estaba completamente abandonado.
Más al sur, San Sebastià de Estaron y Sant Iscle en Surp son dos pequeñas iglesias románicas a las que vale la pena acercarse. Sant Sebastià de Estaron se eleva por la ladera en la parte más alta de la población. Conserva los ornamentos de factura lombarda del ábside y posee un curioso campanario de espadaña exento añadido con posterioridad; tiene un arco en la parte baja y los dos ojos para las campanas. Sant Iscle i Santa Victòria de Surp, se encuentra en una valle que se abre hacia poniente, es la valle de Àssua. El lugar está documentado desde 1102, siempre en la órbita del poderoso monasterio de Gerri. La iglesia queda aislada en las afueras del núcleo de la población, desde donde destaca el campanario de planta cuadrada, con decoración lombarda y con ventanas geminadas en el primer piso y una que parece de arco de herradura en el piso superior. En el interior, en la única nave, se han colocado las réplicas de las pinturas murales, cuyos originales están repartidos entre el MNAC, el Museo Diocesano de la Seu d’Urgell y el de Ohio, Estados Unidos.
© J.L.Nicolas