Refugios Hawaianos
La cosmogonía tradicional hawaiana implicaba una estrecha interrelación entre lo divino, lo humano y la naturaleza. Esto comportaba unos estrictos códigos de conducta, el kapu, tabú, que regulaban los usos y el comportamiento entre las distintas clases sociales. Romper el kapu podía exponer al transgresor de las reglas a los castigos más severos. Quién lo hacía solamente tenía dos alternativas: exponerse a la pena y a una muerte más que probable o huir para intentar llegar a alguno de los pu’uhonua, lugares de refugio.
Una vez alcanzados, fuera cual fuese la culpa, estaban exonerados de represalia alguna y ningún perseguidor, ni siquiera un rey o un gran jefe tenía derecho a continuar la persecución. El prófugo, llegado al pu’uhonua, inmediatamente daba gracias a la deidad guardiana del lugar. Permanecía algunos días y, ya perdonado, podía retornar sin temor a su lugar de origen.
En tiempos de guerra, las ciudades de refugio también ofrecían asilo a los combatientes vencidos o a los que huían de la batalla. Hasta diez de estos refugios existieron en la isla de Hawaii. El mayor de ellos, Pu’uhonua O Honaunau, está en la bahía de Kiilae, al oeste de la isla. Se cree que se empezó a construir en el siglo XV, durante el reinado de ‘Ehu-kai-malino, rey de Kona.
Desde 1955 forma parte del Parque Histórico Nacional, lo que ha preservado parte de las estructuras, otras han sido reconstruidas. El refugio de Honaunau está bordeado de un sólido muro de bloques de pahoehoe, lava basáltica proveniente de las coladas del Mauna Loa. En el recinto, la construcción principal es el heiau, templo, Hale O Keawe, donde reposan los huesos de reyes y nobles hawaianos. El mana, la fuerza espiritual de los ancestros, proveía al lugar de una mayor sacralidad y protección de orden espiritual. El heiau está vigilado de cerca por las miradas de diversos ki’i, imágenes talladas en madera que representan a los dioses.
© J.L.Nicolas