Shetland, las Islas de los Catos
La culpa, toda la culpa, es de Abby. Con sus ojos azules y su amplia sonrisa engañosamente nórdica, cubierta con una gorra de lana del país. Como una moderna Circe, pretendía seducir al viajero y atraerlo a su isla desde las páginas de la oficina de turismo. A sus islas Shetland, más allá de los confines de Escocia, o donde Britannia se viste de Escandinavia…con lana de la isla de Fair.
Abby prometía un clima suave y jornadas interminables. La verdad es que el clima suave es una contribución de la corriente del Golfo, que alcanza Shetland donde el archipiélago separa al Océano Atlántico del Mar del Norte, proporcionándole temperaturas que raramente descienden de los ceros grados, incluso durante su largo invierno. Dada su latitud, a 60 grados norte, equiparables a Cape Farevel en Groenlandia, o aproximadamente a Anchorage en Alaska, la temperatura es considerablemente benigna. Cuando se aproxima el verano los cielos se colman de una feérica y suave tiniebla que impide a la noche llegar a ser noche aun a pesar de la puesta de sol. Llaman a ese estado de crepúsculo incandescente Simmer Dim. Ilumina al brezo violeta y al resto de flora que emerge fresca ante el reclamo del calor.
Probablemente fuese esta la razón de una temprana ocupación humana. La escasez de suelo fértil ha favorecido la conservación de restos del Neolítico que lo prueban. Más de cinco mil. El templo de Stanydale o el asentamiento de Scord of Brouster, por ejemplo. Hasta que la necesidad de protección llevó a la construcción de los broch, torres circulares de doble muro que albergaron, por lo menos a parte de la población, durante la Edad del Hierro. Están dispersos por todas las islas, pero el broch de la de Mousa es el mejor conservado del archipiélago. Alcanza los trece metros de altura y la estructura está prácticamente intacta. Se ve sin problemas antes de llegar a la isla. Un trasbordador que parte de Sandvik facilita la visita. Muy próximo a la capital, Lerwick, el broch de Clickimin es otro ejemplo muy bien conservado y parcialmente restaurado, en el que también hay restos de viviendas posteriores en el recinto del muro externo. El de Old Scatness, cercano al aeropuerto, aun se está excavando, pero ya hay zonas que se muestran al público junto a una pequeña restauración teatralizada. Aquí se encontraron grabados pictos que representan un jabalí, un oso y formas geométricas.
Tribus celtas y pictas ocuparon las islas antes de la conquista romana de Britannia, ellos las conocían como Inse Catt, las islas de los Catos, la tribu que las habitó. Incluso la comarca más septentrional de la Highlands se llama en la actualidad Caithness ya que hasta la Alta Edad Media fue un reino fundado legendariamente por uno de los siete hijos de Cruithne. Su ultimo rey, Taran mac Entifidich murió en el año 697.
Cuando Cneo Julio Agrícola circunnavegó Gran Bretaña se contentó con intuirlas. Dispecta est et Thule, incluso vimos Thule. Pero no desembarcaron jamás, cosa que sí harían cada vez con mayor asiduidad los drakkar vikingos procedentes de las cercanas costas noruegas.
Las oleadas que habrían de llevar a los normandos hasta Sicilia y Constantinopla recalaron primero entre las innumerables ensenadas, radas, calas y rías que aquí se llaman voe. Los primeros asentamientos datan de principios del siglo IX y se encuentran en mayor número en la septentrional isla de Unst, donde se han descubierto hasta medio centenar. En el año 875 Harald Hårfrage ocupó el archipiélago para detener las incursiones que los propios vikingos de las islas hacían en territorio noruego. Del mismo modo que lo hicieron en otros de sus territorios norteños, los vikingos solían reunirse anualmente en asamblea para decidir o modificar sus leyes. El nombre para asamblea en antiguo noruego es Alþingi, que, aplicado a los parlamentos, derivó en las variaciones Þingvellir en Islandia, Tynvald en la Isla de Man o Tingwall aquí. En el siglo XIV tanto Shetland como las Orcadas pertenecían formalmente a Noruega, a pesar que iba en aumento la influencia escocesa. Las islas acabaron bajo su control a causa de un empeño: el aval del pago de la dote de la princesa Margarita, hija del rey de Noruega y Dinamarca Christian I para su matrimonio con James III de Escocia, que jamás fue abonado, permitiendo la anexión a la Corona Escocesa, proceso que fue ratificado por el Parlamento de Edimburgo en 1472.
En el extremo meridional, pasado el aeropuerto de Sumburgh, Jarlshof es un lugar en el que se aprecia de un modo extraordinario como se ha ido sucediendo y ha evolucionado la población en las islas. Es como un resumen desde el Neolítico hasta el siglo XVI. Hay yacimientos de la Edad del Bronce y del Hierro, un broch y su recinto externo, asentamientos de campesinos normandos, una granja medieval y un caserón señorial construido por orden del conde Robert Stewart en 1580. En 1814 Walter Scott estuvo en la zona como comisionado del Northern Lighthouse Service, el Servicio de Faros del Norte. El escritor escocés no solamente se inspiró aquí para su novela The Pirate, sino que el lugar tomó el nombre que Scott dio a la vieja casa de Sumburgh: Jarlshof.
En los tiempos en que Walter Scott visitó la isla, Scalloway ya no era su principal ciudad, su capital. Sobre el puerto se levantaba, quizás ya ruinoso, pues solamente fue habitado durante un siglo, el castillo que mando construir Patrick Stewart, segundo conde de Orkney y recordado déspota. Scalloway perdió la capitalidad del archipiélago en 1708 a favor del pujante y cercano puerto de Lerwick.
Edward Charlton aun era un estudiante de medicina cuando zarpó de Leith, el puerto de Edimburgo, en dirección a Lerwick. Quizás no fuera más que casualidad que la goleta se llamara Magnus Troil, nombre de uno de los personajes principales de la mencionada novela de Scott. El futuro médico viajó en tres ocasiones a las islas entre 1832 y 1852. Dejó detalles escritos en sus diarios. Otros los trasladó al papel con sus acuarelas. Entre unos y otros obtuvo vívidos retratos de Mainland y de las islas de Yell, Unst y Foula. También recolectó especímenes de la fauna y la flora autóctonas.
Lerwick acoge hoy en día a más de una cuarta parte de la población de las islas que, con los núcleos de sus alrededores suman la mitad. Su puerto, antaño una bahía cenagosa a juzgar por su nombre de origen noruego, leir vik, está bien protegido por la vecina isla de Bressay. La zona más antigua de la ciudad recorre paralela la costa. Aquí están Commercial street y los callejones transversales que la unen al puerto y a su ensanche victoriano. Estos callejones recuerdan a los closes y wynds de Edimburgo, aquí lons y klosses. En las placas se ha conservado el antiguo nomenclátor. Fort Charlotte es la fortaleza que, desde 1665, guardaba la ciudad de los ataques holandeses durante las guerras de los siglos XVI y XVII. Han quedado sus muros y barracones, sus puertas, actualmente abiertas y sus cañones sin munición que ahora apuntan inofensivamente a las aguas de la bahía.
A finales de enero, concretamente el último martes, los habitantes de Lerwick enloquecen repentinamente. Se disfrazan de guerreros vikingos. Desfilan por las oscuras e invernales calles portando centenares de antorchas y arrastran la réplica de un drakkar de madera. Cuando llegan a puerto lo empujan al agua y le prenden fuego con gran ceremonia. Es el Up Helly Aa, una pequeña y fogosa celebración para romper la monotonía del invierno. Tiene una réplica menor en junio, cuando se celebra un breve carnaval para recaudar fondos benéficos. Gaiteros highlanders, astados guerreros normandos, cowboys y pequeñas ninfas desfilan con sus carromatos recogiendo las monedas que lanza un entregado público.
Volviendo a la realidad más prosaica que proporcionan las cifras, 75.000 toneladas de pescado proveniente de las capturas en alta mar y de las piscifactorías, junto a una enorme cabaña de medio millón de ovejas completan los ingresos que llegan de las plataformas petrolíferas y de sus operarios. Dos cruceros recalan semanalmente en Lerwick llenando de visitantes sus calles y animando los negocios de Commercial street, dinamizando una creciente demanda turística. Casi 25.000 habitantes se reparten, únicamente a efectos estadísticos, un quilómetro cuadrado para cada quince almas. No tienen la misma suerte las ovejas que tienen que convivir un poco más apretadas en un territorio de interminables costas donde es imposible alejarse más de cinco quilómetros del mar.
Tanta costa está balizada por innumerables faros. No fue por casualidad que, antes de dedicarse a escribir novelas de aventuras, a Robert Louis Stevenson su familia le sugiriese estudiar Ingeniería Náutica en la Universidad de Edimburgo. Su abuelo Robert Stevenson fue ingeniero de faros. Sus tíos David y Alan también. Su padre, Thomas, no iba a ser menos. Diseñaron faros por toda Escocia. También en Shetland: el de Sumburgh Head, dos en las Skerries, en Muckle Fluggs, el de Skroo en la isla de Fair y el de Esha Ness en Northmavine.
Las tierras de Mainland, la mayor de las islas, están sembradas de agua. Sea en forma de voe, sea en forma de lagos de agua dulce o riachuelos, o mar abierto o chaparrón. Northmavine es una península de Mainland, está solamente unida al resto por un estrecho istmo, Mavis Grind. Hay quien presume que lo atraviesa fácilmente lanzando una piedra. Acaba en la punta de Fethaland, aunque su ultimo villorrio habitado sea Isbister, donde es posible encontrar una aislada cabina roja junto a la carretera como si se tratara de la mismísima Trafalgar Square en Londres. Al oeste, Northmavine acaba radicalmente en los espectaculares acantilados de Eshaness, donde sigue ahí el faro del abuelo de Stevenson. Cerca de las casas de Stenness, Braewick o Hillswick, los rompientes se han tornado accesibles al mar y se han convertido en playas de guijarros.
West Mainland goza de la reputación de ser la región más soleada y parece que sea cierto. Además posee pequeñas playas en las que las cristalinas aguas no tienen nada que envidiar, con la excepción de la temperatura del agua y la ausencia de cocoteros, a playas tropicales de postal.
Hacia el sur, están los restos arqueológicos más visitados, los brochs de Mousa y Burraland, Old Scatness y Jarlshoff, antes de llegar a su extremo: Sumburgh Head, de donde Walter Scott, en las páginas iniciales de The Pirate decía ...well known to the mariners who navigate the stormy seas which surrounds the Thule of the ancients, in a cliff of tremendous height, entitled Sumburgh-Head, wich presents its bare scalp and naked sides to the weight of a tremendous surge, and forms the extreme point of the isle... (Bien conocida por los marineros que navegan los mares tormentosos que rodean la Thule de los antiguos, un acantilado de altura tremenda, llamado Sumburgh-Head, muestra al descubierto su desnudo costado a la fuerza de las tremendas olas y constituye el cabo extremo de la isla... )
Aquí entre mediados de abril y fines de agosto se dan cita decenas de millares de aves. Las más fotografiadas y casi emblemáticas son los puffins, frailecillos, con sus curiosos picos multicolores. No faltan araos, que con la distancia parecen pingüinos, gaviotines árticos ni cormoranes. También hay gatos aunque nada tengan que ver con los antiguos hombres de Cat o Catt. Abby tenía uno. Un gato.
© J.L.Nicolas