Un León Griego en Venecia
Venecia está repleta de maravillosas terrazas desde las que se puede contemplar relajadamente como pasa la vida ante los ojos, sorbiendo sosegadamente mientras tanto un café o un spritz. Hay una que es particular, a pesar de no poseer ningún rasgo destacable, sus mesas metálicas son ordinarias, el local en sí no posee ningún encanto especial que merezca apenas detener la mirada en él. Esparce sus mesas y sillas en una esquina del campo del Arsenal, curiosamente a medio camino del puente del Paradiso y del puente del Purgatorio. La particularidad de esta especie de limbo reside en que desde sus mesas se pueden contemplar plácidamente los cuatro leones que guardan las puertas del Arsenal. Uno de ellos, el que está situado a la izquierda es singular, de unos tres metros de altura, esculpido en mármol del Monte Pentélico, el mismo que se empleó en la construcción del Partenón y otros complejos de la Acrópolis ateniense. Tiene grabado en su lomo, en ambos costados, una retahíla, en forma de serpiente, de caracteres rúnicos.
En otros tiempos este león decoró la entrada del puerto de El Pireo, junto a Atenas. Se dice que era una fuente de la que brotaba agua por la boca del felino. Simplemente se desconoce desde cuándo ya que no se sabe con certeza cuando fue esculpido. Algunas fuentes lo datan en el 480 antes de Cristo citando que fue tallado en conmemoración de la victoria griega sobre los persas en la batalla de Salamina. Otras datan su origen en el siglo primero o segundo de nuestra era. Lo cierto es que desde el siglo XIV El Pireo era denominado por los comerciantes de las repúblicas marítimas italianas Porto Leone, en clara alusión al león que guardaba sus aguas.
Anteriormente, en el año 1040, durante una revuelta de la población del puerto, que en ese momento formaba parte del Imperio Romano de Oriente, la emperatriz de Constantinopla Zoe Porfirogéneta y su marido Miguel IV Paflágono enviaron la Guardia Varega a sofocar la rebelión. Entonces, en los lomos del león del puerto, se grabaron las serpenteantes runas que dejaron constancia de la intervención vikinga en El Pireo.
En 1687, durante una de las múltiples guerras véneto-turcas, Francesco Morosini, comandante de la expedición veneciana al Peloponeso, quien se convertiría un año más tarde en el centésimo octavo Dux de la Serenísima República, decidió, tras haber bombardeado el Partenón, llevarse cómo botín el león de El Pireo a Venecia. El león griego quedó desde entonces instalado en las puertas del Arsenal.
© J.L.Nicolas