Un Nombre Interminable
Cruzado el puente de Britannia, uno de los dos que cruzan la estrecha franja de mar que separa a la isla de Anglesey, o Ynnis Môn, del resto de Gales, se llega a una población conocida no por sus monumentos, básicamente carece de ellos, ni por su iglesia de Saint Mary ni por ninguna atracción turística imaginable, como la columna del Marqués de Anglesey, magnifico otero de veintisiete metros de altura erigido en memoria del valor del primer marqués, Henry Paget, en la batalla de Waterloo, sino por la longitud de su nombre impronunciable: Llanfairpwllgwyngyllgogerychwyrndrobwllllantysiliogogogoch.
Significa: “Iglesia de Santa María en el hueco del avellano blanco, cerca de un torbellino rápido y la iglesia de San Tysilio, cerca de la cueva roja”. Ni más ni menos. Tres mil habitantes están ahí censados sin querer imaginar su propio gentilicio. Aunque usan abreviaciones: Llanfair PG o Llanfairpwll, más asequibles tanto al oído humano como a la casilla correspondiente de cualquier formulario o documento en el que tengan que declarar el domicilio.
Pero no siempre fue así. Llanfair Pwllgwyngyll, como originalmente se llamaba, fue un pequeño asentamiento rural donde, en 1563, habitaban ochenta almas en dieciséis moradas. En 1801 ya eran 385 las personas que ocupaban 83 casas. La construcción de la carretera y del puente Britannia, a principios de la década de los cincuenta del siglo XIX, alimentó el crecimiento de la población. Con la llegada del ferrocarril, que desde Chester atravesaba Anglesey para concluir la línea en Holyhead, la ciudad se expandió alrededor de la nueva estación, que atrajo en sus alrededores a comerciantes y artesanos. La modernidad trajo también la oficina de Correos, un par de escuelas, un hotel, una fábrica de cerveza y una docena de pubs.
© J.L.Nicolas